Jaiku del mes

ISSA

De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque

kimi nakute
makoto ni tadai no
kodachi kana

martes, 11 de enero de 2011

¿Pero quién habrá decidido que el carné tenga puntos?



¿Pero quién habrá  decidido que el carné tenga puntos?


Como llegaba tarde al comité me salto un semáforo con tan mala suerte que  me para la poli  y me tacha el último punto del carné.  ¡A utilizar  el Metro! ¡Un director!
Cuando tomo asiento en el vagón  me froto  los ojos dos veces porque todos llevan colgado al cuello una especie de Carné de Identidad con el maldito sistema de puntos. 
Reconozco al  Yonky de  la parroquia. Sólo le queda una casilla de las diez que parecen tener los adultos. El carné de los niños, en cambio, tiene veinte casillas. Igual que el de los ancianos. Tras un tiempo observando a mi alrededor bajo  la vista y descubro sobre mi corbata mi propio DNI de puntos colgando. ¿Para qué demonios será esto? No adivino su utilidad hasta que una oronda treinteañera con una cazadora amarilla y el pelo lleno de mechas me pide que le ceda el sitio. Estoy agotado- le respondo-,  a lo que ella me amenaza con que -Por si no se ha dado cuenta, estoy embarazada. O me permite  sentarme o le tacho un punto. Aunque me quedan siete casillas pero cedo. ¡Sabe Dios  si las voy a necesitar! ¡Este es sólo mi  primer día sin coche! 
Al fin llego a la oficina. La señora de la limpieza, embutida  en una bata azul azafata se monta tras de mí en el ascensor con una bolsa de basura que apesta horrores.
- ¿No puedes esperar al siguiente ascensor? Si sólo hubiese uno, ¡pero son tres!
Le increpo malhumorado. Ella,  tan calmada como caribeña que es, se saca del bolsillo de la bata un sello, me agarra el carné y sin vacilar dos veces me tacha un  punto.  Yo me  palpo incrédulo,  ella sonríe, yo me contengo, ella sigue sonriendo y yo finalmente salto enrojecido:
- ¡Pero bueno! Vale lo de la embarazada, ¡pero tú! ¿Tú también puedes tachar?
-Ya lo ha visto señor.-responde algo molesta.
-¿Tienes los papeles?-insisto.
-Tengo nacionalidad española, usted señor me está ofendiendo otra vez. Responde envolviendo en su dulce acento una sutil intimidación.
-Espera, espera por favor, no me taches otro… - interrumpo asustado- Me he comportado un poco…
 -¿Insolente? ¿Desagradable? ¿Maleducado? No se disculpe señor. Un mal día lo tenemos todos, pero entienda que mi deber cívico para con usted es hacérselo ver - me brinda otra risita irónica.-Así seguro que no vuelve a ocurrir, ¿Verdad? -
Irrumpo en el departamento reventando de furia y mala leche.  Sin venir a cuento  mi secretaria exclama ¡Este carné sí que es demócrata! ¡También  lo llevan  los  políticos, los jueces, y hasta el Rey!!¡Estoy encantada Casi le rujo cuatro verdades pero claro, a ver quién abre la  boca ¡A esto nos  lleva la democracia! En este instante tomo conciencia de que estoy soñando y se me ocurre que, antes de despertar y tras sobrevivir a esta dura jornada bajo las sábanas  me merezco una onírica velada en ese  hipnótico japonés tan elogiado. Evito acudir porque, hasta en sueños, odio la comida Japonesa. Pero justo  hoy, aunque pudiese pasar la velada con la mujer más maravillosa  del mundo en  cualquier paraíso del pacífico, prefiero cenar en el japonés. Esta es mi  oportunidad: ¡Ese maître siempre me ofende con su arrogancia!





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