Jaiku del mes

ISSA

De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque

kimi nakute
makoto ni tadai no
kodachi kana

martes, 1 de febrero de 2011

NOLSTALGIA

Hoy he ido al barrio donde viví cuando me fui de casa  para emprender una vida independiente.

Cuando he visitado el bar al que acudía a tomarme una caña habitualmente, el dueño del bar le ha dicho a mi chico:

-Que te lo diga ella, que lo sabe bien, lo lleno que estaba esto siempre... Llevamos tres años que...

Esto por suerte no ha chocado a mi chico. Como dijo Julio, un amigo mío de Alcalá, él no se asusta fácilmente...

Luego hemos acudido a la tienda de animales. Juan, que así se llama el dueño, me  ha recibido  con los brazos abiertos y dos besos. "Tú, que ahora vives como los ricos"

Yo le he respondido que vivo "dónde" los ricos, no "cómo"... el caso es que él me ha hablado de lo chocante que resulta que en mitad de esta crisis a mi me vaya bien, cuando a todo el mundo, mal.. "Existe un tiempo colectivo pero también un tiempo individual" le he respondido yo, a lo que él añadió que a mí nunca me va a ir mal, como quien formula un deseo...

Al despedirnos me  ha regalado dos tazas, una con un perro, y otra con un gatito. Me han encantado. Es el primer regalo que recibo de él...

Cuando vivía allí, veía a Juan, el dueño de la tienda de animales, todas las semanas. Tenía dos conejos y acudía a comprar la arena, y de paso, charlar un rato. Como he dicho aquella etapa era la  primera en que vivía sola, y cuando llegaba a casa al anochecer sentía que mi casa se derrumbaba al cerrar la puerta tras de mí.  Después de ver a Juan, iba a ver a Jose, el camarero del bar que había al lado. Con una caña me sacaba un plato de jamón y hasta un huevo frito. Me iba cenada a casa. Y es que a menudo me veía a mi misma como una vagabunda que iba de sitio en sitio, sin un lugar al que regresar. Y es que cuando no quieres regresar a casa, eres en cierta forma igual que los sin hogar que deambulan por las calles oscuras.

Pero yo antes de que oscureciese ya estaba sentadita en el banco que había frente al portal, Allí conversaba con los viejecitos y los vecinos que, como yo, preferían presenciar el atardecer de una noche de verano fuera de casa,   acompañados.

Quizá porque 


a la vez que la noche 
                                       cae fuera, 

también cae dentro...

                                 de cada cual.





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