Hoy al menos he tenido esta sensación. Llevaba desde la una en una comida de cumpleaños y tras darle un sorbo a la copa miré el reloj y eran las seis. Había previsto marcharme a esa hora porque tengo un gatito de dos meses, cuando no hay cosa que más ternura y amor me despierte. No puedo evitar tratar de complacer a Monsu, que así se llama, en todo lo que impliquen juegos y caricias por mi parte. No le dejo subirse a la cama, ni acercarse cuando comemos, ni le cuento mis problemas del trabajo. Pero he de confesar que me gusta verle feliz.
Por eso había previsto irme a las seis del cumpleaños,y me dispuse a cumplirlo. Cuando me preguntaron por qué dije que me daba cosa dejarle solo. Eran doce personas. Las que no me conocían de antes se callaron, los otros seis, me reprendieron con cosas como: "¡Es un gato!
Decidí hacerme la sorda hasta que inconscientemente escuché:
-¡No le humanices!
Mirándole directamente a los ojos desde arriba (él estaba sentado con un cigarro en la mano) respondí:
-Humanizar es pensar que es como un humano y esto, que yo sepa implica pensar que tiene sentido del humor, o que entiende algo que no sea "Monsul" "toma" o "no". Eso no tiene NADA que ver con no querer que esté solo también el fin de semana, mientras yo estoy aquí de copas.
Ya en casa, he estado pensando ¿Tan raro es anteponer la felicidad de otro, a la tuya?¿tan raro es anteponer al placer de un ser humano, la felicidad de otro ser vivo? ¿hasta cuando vamos a pensar que el ser humano está en el centro y que todo lo demás gira a su alrededor?
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