La falta de
individualidad, de carisma, de diferencia, de talento. Uniformidad y
aburrimiento es lo que veo alrededor,
salvo alguna chispa que de repente salta en mitad de una noche negra y
profunda.
El tropel de cantantes norteamericanos que
atacan cantando r&b o los que son en España hippies flamencos, o los
cantantes románticos… Es que vas en el coche con la radio puesta y no
distingues unos de otros. Ellos dicen
que no quieren que se les encajone y sin embargo, hacen todo lo posible
para agruparse en “clústeres”, como se
diría en Marketing: grupos lo más parecidos dentro de sí, pero distintos a los
demás. Entonces tenemos a Estopa y a Melendi, a Lady Gaga y a Nicki Minaj, a
Jennifer López y a Beyonce y a Rihana, o
Kesha, y Katy Perry o
LMFAO y Black Eyes Peas.
O los
libros: de repente se pone de moda la novela histórica (cuando no hay futuro,
se tiende a mirar al pasado), o las pelis de vampiros, o de zombis que inundan
de repente el terror. Alguien abre una puerta en nuestro cerebro y luego hay
300 que entran detrás con sus porquerías, porque para buena, normalmente, solo
la primera.
Y cómo
no, en este punto llegan los ránquines. ¿Os habéis fijado que los hay por
todas partes?
Las 10 películas más taquilleras del año, los 10 actores mejor pagados del año, los 10 hombres más atractivos, o el “no va más”, las 10 parejas más ricas y sexis del año. Por ejemplo, Beyonce y Jay Z o mis defenestrados Ronaldo e Irina: Multimillonarios, bellos, vacíos, soporíferos... y mediocres.
Las 10 películas más taquilleras del año, los 10 actores mejor pagados del año, los 10 hombres más atractivos, o el “no va más”, las 10 parejas más ricas y sexis del año. Por ejemplo, Beyonce y Jay Z o mis defenestrados Ronaldo e Irina: Multimillonarios, bellos, vacíos, soporíferos... y mediocres.
La
mediocridad está relacionada con la falta de diferencia, cuando tanto lo bueno
como lo malo se enmascaran en un aburrido y monótono término medio. Lo
común, lo habitual, lo normal es que…
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