Jaiku del mes

ISSA

De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque

kimi nakute
makoto ni tadai no
kodachi kana

viernes, 25 de febrero de 2011

COSAS QUE ME CUENTAN 1: " EL TAXI ES COMO UN LIBRO"



Ayer cogí un taxi sobre las nueve y media de la noche, el conductor tendría unos sesenta años y un ademán amable. Hay gente que tiene cosas en la garganta y que son las primeras que cuenta (todos en realidad lo hacemos, si no observadlo).


Su historia era que tenía sesenta y tres años y que el mes que viene se jubilaba. Además de taxista era bombero, y me confesó que le daba mucho más miedo la ciudad de noche, que cualquier incendio.


Yo le conté una historia que me acababa de enviar mi padre por email y que trataba sobre una chica que estaba de copas una noche y ligó con un chico guapo. Se fue con él a su casa y se despertó desnuda, en una bañera, y con cicatrices. Llamó a la policía, la llevaron al hospital y después de hacerle las pruebas pertinentes le dijeron que le habían sustraído los dos riñones y que precisaba de un trasplante urgente.


El taxista prosiguió diciendo que cuando se jubilase, pensaba vivir en un pueblecito cercano a Molina de Aragón, con apenas 14 familias. Yo le dije que después de Madrid, qué paz tendría en su retiro. Pero él añadió que había algo que lo enturbiaba y que no se lo había contado a su mujer: Cuando los fines de semana estaban en la cama, por la noche, los dos solos, y el silencio cubría el pueblo como una densa capa de aceite negro, él sentía un pánico aterrador. Me confesó que se sentía indefenso ante lo que pueda ocurrir, incapaz de defenderse a sí mismo, y a quien dormía plácidamente a su lado confiada en que, llegado el caso, él la protegería. Yo me quedé sin nada que añadir. Y entonces, él, habiéndose percatado de la densidad de su historia, cambió de tercio.

"El taxi es como un libro: antes, en los 80, había más ambiente, conciertos, teatros... recuerdo una noche que sobre las diez cogí a un tipo argentino de unos treinta años, la misma edad que yo tenía entonces. Era en el barrio de Prosperidad donde él subió, y me pidió que le llevase al Escala, a bailar. Me dijo que fuese con él. No era gay ni nada de eso, pero yo le dije que no. Él insistió diciéndome medio en broma que no hay huevos... total, que me fui con él y acabamos los dos borrachos al amanecer por Prosperidad muertos de risa"


Justo terminó la historia cuando me tenía que bajar. Al empezar a caminar por las calles oscuras  me lo imaginé  en el pueblo, de noche
, buscando un sonido en el silencio absoluto...

Era un buen hombre. Quiso dejarme con un buen sabor de boca.



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