Me animo a ofreceros otro de mis relatos. Es en tono de humor y se me ocurrió soñando. De hecho, lo soñé. Recuerdo que el título "Una mujer de palabra no firma" me hizo reír, hasta en el sueño. Y esta frase no me ha venido mal para zafarme de algunas situaciones en las que le obligan a una a poner por escrito, lo que no debe quedar escrito.
Para los que no les guste leer, abajo del todo está la versión interpretada por un actor.
Una mujer de palabra no firma
Imaginen ustedes un soleado dormitorio rosa. En primer plano, mi mejor amiga me grita exaltada.
-¿Pero estás loca? ¿Casarte? ¿Tú?
-Cloe Alexandra, nos queremos.
Mi prometido es un hippie con preciosas trencitas rubias que viene a nuestra facultad. Cloe Alexandra le conoce bien porque cuando salimos de clase solemos flotar en su enorme piscina. A mi rubito también le encanta el cine, la música y por eso casarme con él es como un sueño hecho realidad. De este modo se lo hago ver a Cloe Alexandra, quien tras esta acalorada discusión, accede a asistir a la ceremonia.
Sobre el césped de su jardín colocamos el clásico altar y sillas cubiertas de tela blanca al más puro estilo californiano. El gran día transcurre entre colores de raso y pamelas a juego. Una sotana con fajín y una enorme barriga presiden la liturgia. Los protagonistas: el chaqué y un precioso vestido de novia con estrellas de pedrería. Él, me coloca delicadamente el anillo sin dejar de sonreírme a los ojos. En realidad todo es un sueño. Mi amiga me presta una valiosísima pluma de plata, herencia de su bisabuela, para firmar el registro. Este gesto me encanta ya que si existía un punto negro entre tanta felicidad era que Cloe Alexandra no creyese en nuestra unión.
En pocos días supe que ella llevaba toda la razón: No se si he mencionado que tras la despedida de soltero mi adorado rasta regresó con el pelo rapado. Sin las trenzas descubrí marcas de viruela y una afilada cara de pito. Además, no era rubio sino moreno y, por si fuera poco, al despertar me encontraba las sábanas nevadas por su caspa. “El matrimonio es esto” me repetía en esos momentos y, resignada, le subía el desayuno. Una mañana más, me gruñe que le deje dormir girándose contra la pared mientras se tira un sonoro pedo. Conforme avanzaba el día el asunto iba a peor. Salía de casa dejando todo manga por hombro y cuando le pedía que me avisase si venía a comer, ponía el grito en el cielo en pos de su independencia. Mi cuerpo pasó de ser digno de una diosa a “no ser invisible” cuando cruzaba la pantalla del televisor. Instaló un barril de cerveza en el “living” para emborracharse con sus amigos día y noche. Hasta que no pude soportarlo más.
Corrí llorando hasta el apartamento de mi querida Cloe Alexandra. Esperaba un “te lo advertí” pero en cambio me dio un abrazo y me pidió que no me preocupase.
-Esto se va a solucionar- me aseguró arropándome para que durmiese la siesta con un besito en la frente-.
En ese preciso instante me llaman del ayuntamiento para que me persone lo antes posible. Un par de funcionarios plomizos de pies a cabeza me acompañan a una apolillada oficina.
-Buenas tardes señora. –Dice uno de ellos- Ha surgido un problema, pero firmando estos papeles se arregla-Asegura, pero esa gota de sudor que le resbala por el pómulo hasta alcanzar la barbilla me hace sospechar. Cambio al completo mi buen talante.
-¿Pero cómo esperan que firme algo sin saber lo que es? –Les pregunto fingiéndome irritada-
-Es… - el funcionario carraspea- su contrato de boda.
-¿El registro? Ya lo firmé el día que me casé. - Y en ese momento, una maliciosa idea surca mi mente.
-Es que su firma se ha perdido.
-¿Ustedes los funcionarios lo pierden todo? Ya no un papel… ¡Una firma! ¿Acaso suelen borrarse de los contratos y salir tranquilamente a pasear por el ayuntamiento?- les increpo con acritud-
-Hemos buscado en todos los cajones- me explica con ojos de perro- dentro de los armarios, en la cafetería… y ni rastro de ella.
-Por favor, señora, discúlpenos… - interrumpe el otro, con una aguda voz angustiosa-Le pedimos que esto quede entre nosotros… Firme el registro y olvidemos el tema….
-¡Ni hablar! ¡No firmo nada! ¡Para mí mi matrimonio no es una firma! ¿Qué se han creído? ¡Soy una mujer de palabra!
Dejé atrás el ayuntamiento dando felices saltos mortales hasta la casa de Cloe Alexandra. Para celebrarlo, le invité a una mariscada en el mejor restaurante de la ciudad. No escatimé en gastos y como no engorda, nos pusimos espléndidamente hasta arriba. Tras asentar el estómago con licor de hierbas saqué la plateada pluma para firmar la cuenta.
-No pinta- le digo al camarero quien, en un gesto de caballerosidad, comienza a agitarla con tan mala suerte que…
Desde el pecho, pasando por la cintura hasta llegar a los muslos, un río de tinta negra recorre como una cascada el semitransparente vestido naranja que me compré en el rastro. Grito horrorizada y todo el restaurante entra en alerta. El camarero no sabe dónde meterse. El dueño se acerca para pedirnos que, por favor, le permitamos que corra con los gastos del almuerzo.
-Se lo agradecemos encarecidamente- respondemos jubilosas-
Nuestra respuesta parece sorprenderle y nos lo vuelve a preguntar. Nosotras se lo volvemos a agradecer con mayor gratitud. Salimos del restaurante para proseguir nuestras azarosas andanzas con el estómago lleno de marisco y la tarjeta cargada de dinero. Cuando nos montamos en el descapotable de Cloe Alexandra, la mancha ha desaparecido misteriosamente de mi vestido. Ni ella ni yo parecemos sorprendidas. Los altavoces difunden “Ride like the win” versionada por el fugaz grupo East Side Beat, y sonreímos con complicidad. “¿Dónde vamos nena?”
Ride Like The Win, de la fugaz y brillante banda, East Side Beat
Firmado: La Avispa
Versión de Una Mujer de Palabra no firma, Interpretada por un actor
Gloriosa! Se echa de menos que escribas más a menudo. Yo soy seguidor y reviso con ansia tu blog a diario. Enhorabuena! Me encantan tus relatos:)
ResponderEliminarMuchas gracias Guillermo!!!! Es un honor que lo pieses así, gracias!!!
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