Jaiku del mes

ISSA

De no estar tú,
demasiado enorme
sería el bosque

kimi nakute
makoto ni tadai no
kodachi kana

martes, 8 de febrero de 2011

YA CASI ES PRIMAVERA


Ya casi es primavera


¡Ummmm! Al llegar el calor me encanta abrir de par en par las ventanas y con los ojos cerrados, acurrucarme en mí misma, mimosa, e  imaginar la calle a  través de sus sonidos. A punto de perder la conciencia asciende un gritito igual que el  de   mi cobaya. Me asomo. Ya es primavera. Torpe,  y presionando sin cesar un quejoso patito de goma, un niño de poco más de un año sigue a otro de más edad que a su vez sigue a una madre y a un joven papá...
Pi. Pi pi, pi… Creo  que al escuchar los pitidos obtiene  impulso para dar otro pasito, otro…  como si el patito le sostuviese a él….y no al contrario. Su padre es alto y  fibroso. Lleva  una camiseta de baloncesto y unos pantalones blancos y  traslúcidos, parecidos a los de capoira. Posee una belleza exótica.  Levanta  en sus brazos al niño  mayor y le da besos por la cabeza, el cuello, la espalda… con cierto aura animal. Lleva una diadema de tela sujetándole sus rizos negros…  Mientras, el pequeño se ha  quedado atrás. El patito suena más rápido y  esas  piernecitas tostadas  aligeran terreno. Y así, sus sonidos se van diluyendo en el atardecer rosa  que se deshiela  en el océano celeste…
Pasito a paso.

Pasear en paz… 

bajo  los verdes árboles
al caer la  tarde…

De repente el patito deja de pitar. Los padres  giran sus miradas. Un perrito juguetón  ha petrificado al pequeñajo. Se escucha “¡Cristian!” y regresan  los pitiditos y con ellos Cristian corre hacia su mamá, tropieza sonriendo y  justo antes de caer  el papá  le aupa desde detrás. Cosquillas por los aires.  Son como patitos…
Pasito a paso se acerca el dueño del perro. También a él le cuesta caminar. Lleva un bastón.  Bromea emocionado a los niños, que le escuchan atentamente. El  resplandor de su alma llega hasta aquí. El perrito se pone de patas sobre el papá con sonrisa de delfín. Éste le zarandea las orejas con sinceridad y amor. La mamá posa la palma de su mano sobre la arqueada espalda del anciano  que sustentado por su fiel bastón acaricia  las cabecitas de los niños…  

Me emociono porque es tan sencillo, tan bonito, tan natural, animal, vital… Finalmente se despiden… el viejecito continúa su paseo, y la familia cruza la carretera. Desaparecen tras el portal que hay frente a  mi casa… 

Intento fijarme  en qué ventanas se iluminan...


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