LA NOCHE INVERTIDA
La oblea llena se empapa en el tinto cielo, comunión que emborracha a mis hormonas…
-Sal esta noche- me implora la más impía de todas.
-Sabes que nos debemos a la novela.
-Tanto fervor sólo nos trae ingrata abstinencia monjil, ¡vamos a morder un buen cuerpo pagano!
Confieso que soy débil y que además tenía hambre de ir a un oscuro antro muy cool lleno de siniestros, esa secta urbana que se cuelga un crucifijo invertido al cuello, se pinta los ojos de negro y grita blasfemias. Busco liturgias divertidas e irreverentes para luego escribir. Es el milagro de los peces que disfrutan cuando se muerden la cola y además se multiplican.
-Son seis euros- me dice el Conan que custodia el pórtico sagrado.
-Déjame pasar… sólo quiero verlo… no he estado nunca.
-Son seis euros.
-Pero bueno… yo pensaba que a las feligresas nos dejaban entrar por la cara.
-Pagas como los demás cristianos.
-¿Va con copa? ¿A si? ¡Pues haberlo dicho antes por dios! Menudas dotes comerciales… Aprende de los fenicios… ¡Te vas a quedar de taquillero!
Me empiezo a reír y cuanto más me río, más me río, hasta que la adrenalina me extasía cuando me veo rodeada de sensuales velas orientales que bailan alrededor de una sacristía forrada en cálido terciopelo rojo ribeteado en oro brillante. Justo frente a mí descubro a un moreno de ojos negros que me mira como un lobo a su presa. Me siento como el cordero de Dios, como un conejillo, como una perra cuando se acerca y me pregunta:
-¿Me haces una foto?- Sus ojos fulguran endemoniados y su voz me estremece por su dulzura invertida.
-¿Eres gay?
-¿Lo dices porque llevo los labios pintados de rojo puta? Soy un apóstata vicioso… ¿Te gusta mi pezón? –me pregunta estirándose hasta el ombligo la camiseta a rallas negras sobre lycra blanca, traspasándome con sus dilatadas pupilas sobre el blanquecino y esa raya negra surcando sus densos párpados nevados… entonces mi hormona le da un mordisco a esa ofrenda que templo con una piadosa caricia húmeda.
-¿Y la foto? – Me pregunta agachando la mirada como un mártir pecaminoso mientras se estira las mangas igual que Enrique Iglesias. Tiro de ellas y ante su sorpresa se las ato. Él se intenta liberar, pero no puede, se sienta apoyando su espalda contra una columna helada, con retraimiento monacal.
Me pongo de rodillas ante él y le pregunto que si es tonto, y me responde con un porqué que acallo cuando me infiltro entre sus brazos, le rodeo con mis muslos y le comienzo a besar… El se yergue tumbándose sobre mí, arrebatado, omnipotente… nos revolcamos endiablados restregándonos por la pista hasta chocar con unos pantalones negros llenos de tachuelas.
-Es el cantante, -Me cuenta cuando ni me había percatado del concierto-
-¿Vamos a tomar una copa a otro lugar? – Nos pregunta desde los cielos-
-Me tengo que marchar… pero déjame que antes desate a este demonio…
-¡Una bendita copa al menos! – Implora mi hormona-
Era la santa trinidad contra una por lo que los tres bailamos hasta el amanecer. Al despedirnos mi hormona consintió a regañadientes…
-¿Ya? ¿Ya? ¡Nos lo llevamos a casa! ¡Le ponemos un altar! ¡Venga!
-No amada hormona, nos debemos a la novela – le expongo- sabes que si queremos dejar de madrugar tenemos que ser escritoras, ya tendremos tiempo de amar, ahora toca sudar la frente.
Escribí hasta bien entrada la mañana, pero antes de acostarme cuando me dispuse a lavarme los dientes ante el espejo advertí alrededor de mis labios un surco rojo puta que alcanzaba la barbilla y hasta la nariz. Me quedé perpleja mirando mi reflejo, que dibujaba una media sonrisa...
-¿Habrás anotado su teléfono? – Me pregunta mi hormona-
-Pues claro nena. Tú hazme caso. Vamos a triunfar.
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